Así como la noche figura un tiempo del ritmo cósmico y el dormir, un tiempo del ritmo biológico, ese mismo dormir compone en sí, de igual modo, el ritmo en el que se refleja su naturaleza profunda. En el mecer se trata tanto de lo alto y lo bajo como de la derecha e izquierda, de las grandes simetrías, disimetrías y alternancias que gobiernan los cristales, las mareas, las estaciones, los ciclos de los planetas y sus satélites, los intercambios de oxígeno y anhídrido carbónico, las capturas y las liberaciones, las asimilaciones y las deyecciones, los sistemas nerviosos, as atracciones y las repulsiones entre metales, entre floras y faunas, entre sexos, entre masas estelares, agujeros negros, quarks y chorros de polvo infinitesimal... Se trata, para terminar o más bien para empezar, de la pulsación inicial entre algo y nada, entre el mundo y el vacío, lo cual quiere decir también entre el mundo y sí mismo.
Se trata del entredós sin el cual ningún real tiene lugar y sin el cual, por consiguiente, ningún real es real sin relación con algún otro del que lo separa el intervalo que los distingue y los relaciona uno con otro según la pulsación misma de su común desorigen, porque en efecto, no hay nada que se erija en punto o marca de origen: nada más que el apartamiento y el balanceo del Nihil entre las cosas, los seres, las sustancias o los sujetos, las posiciones, los lugares, los tiempos. Nada más que el balanceo del mundo que constituye la cuna o, mejor, la mecedura en cuyo seno todo se despierta, al despertarse tanto al sueño como a la vigilia, tanto a sí como a la pulsación y el mecer general.
Cadencia, caricia, bamboleo, idas y venidas de las manos, los labios, las lenguas y los sexos húmedos, crecientes y bajantes de las marejadas, ascensos y sobresaltos de los espasmos antes del regreso a las largas olas, las ondas profundas.
Mecedura anterior al mundo, balanceo del ser sobre nada, de nada sobre nada, balanceo igual entre nada y ser, ser nada y ser algo, no ser nada, ser sólo algo, ser algunas cosas que se balancean entre sí, singularmente iguales diferentes de nada, que no difieren en casi nada, en la infinitesimal inmemorial diferencia que no es nada, verdaderamente nada, y sin la cual nada se expondría como diferente de nada.
Arriba, abajo, a derecha, a izquierda, insensiblemente, sin arriba, ni abajo, ni izquierda, ni derecha, apenas el fino astil de una balanza que pesa el pensamiento del mundo, que pesa su justicia, su ecuanimidad intratable, todas esas cosas lanzadas de manera indistinta al mismo común desobramiento de hacer mundo, de no hacer nada, de hacer venir al mundo, de hacer venir un mundo, de iluminarlo, de ensombrecerlo, de cubrirlo de tierras y mares, de descubrir sus rocas y sus barros, de acrecer y bajar las aguas, de levantar y abatir picos, cumbres, abismos, de destacar lunas, anillos, atolones, auroras boreales, amaneceres y crepúsculos, pequeños círculos, pequeños charcos de luz, pequeñas hostias tragadas por la noche, más bajo, más por debajo, pasando muy lejos por detrás para volver de frente y sostener otra vez un alba suspendida, gris, indecisa y precisa en el trazado de un nuevo horizonte, una nueva frontera entre ninguna parte y alguna parte, entre jamás y ahora, dibujo a lápiz de bosquejos contra un fondo de trazos borrados, esbozos retomados, arrepentimientos, estudios, retornos eternos de los mismos rasgos, cantinela, Morgen früh, wenn gott will, wirst du wieder erweckt,
Mañana, si Dios quieres, volverás a despertarte: duerme hijo mío, duerme alma mñia, duerme mundo mío, duerme mi amor, duerme mi pequeñito...
Jean Luc Nancy, Tumba de sueño.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario