lunes, 10 de enero de 2011

Lectura.

Wilfligen, 29 de enero de 1978


El correo ha vuelto a traer estos días frecuentes sueños... a lo mejor en relación a las Noches Rigurosas.
Werner Helwig escribe que estábamos en una expedición en busca de los últimos cazadores de cabezas; íbamos en canoas con motores fuera de borda. Le envié una carta; la letra era como la de la Antigüedad clásica, tallada en una tablilla de cera. La guardó en el pecho, bajo la camisa... luego, cuando quiso leer el texto, se dio cuenta de que la cera se había fundido. Por suerte la escritura especular se mantuvo sobre la piel. El esfuerzo de descifrarla le hizo despertarse.
"Me levanté, fui deprisa a la cocina, donde estaba aún abierta la máquina de escribir de la noche anterior, me serví una copa de ginebra y escribí lo que lee usted aquí."



Sonido y eco. En la Heudorfer Strasse descubrí un nuevo eco:la llamada se repitió, fue vibrando como una cuerda recién tocada a lo largo de la ondulada linde del bosque y regresó luego como un segundo eco.
Ambos ecos eran claros, el sonido fluido, como cuando tan sólo se roza un instrumento, pero no se toca. No obstante, ¿el eco dirijido desde la linde del bosque se traspasaba otra vez al sonido o el segundo eco no tenía nada que ver con esta dirección...? O sea, ¿había casualidad en juego o tan sólo coincidencia?
Así comienzan los sofismas... las historias de fantasmas, los veredictos erróneos en la justicia, las equivocaciones en la genealogía, en la vida cotidiana, también en la ciencia.
Post hoc, ergo propter hoc.
-¿Ha oído usted un disparo o han sido dos?
-Han sido dos, se lo juro.
Pero también podría haber sido un disparo y su eco.


Ernst Jünger, Pasados los setenta II

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